miércoles, 6 de junio de 2012


Los Jóvenes Contemporáneos
Sunderland A.


En estos días que ha adquirido una relevancia especial de los jóvenes al manifestar públicamente su grandeza y rectitud intelectual, y en su espontaneidad y sinceridad de sus convicciones...

Por ahí se dijo que una pareja tuvo por cuatro años un noviazgo aparentemente feliz y que se acabó cuando terminaron la carrera que estudiaron juntos. Fue como si hubieran agotado los temas de conversación que tenían en la universidad para entrar en una competencia profesional que, lejos de dar trascendencia a su relación, marcaba territorios incompatibles.

Finalmente, él admitió que cuando se dio cuenta de que su noviazgo le reclamaba más formalidad, tuvo miedo de continuar porque necesitaba tiempo para saber si ella era la mujer con quien realmente deseaba pasar el resto de su vida.

         Este caso es el que viven cada vez más parejas “modernas” que huyen de la responsabilidad como si fuera el demonio mismo, inclusive han llegado a “correr” teniendo todo preparado para la boda.

         Quizá nunca supieron que el verdadero amor no significa “sentir bonito” cuando se está frente a la pareja y que tampoco quiere decir “estar de acuerdo en todo lo que se hace”, porque cuando realmente se ama a alguien, se adquiere un verdadero compromiso moral de ayudarse, respetuosamente, a ser mejor, a que se crezca como ser humano en todos los aspectos.

         Es sabido que las mujeres, aún hoy, conservan la expectativa de encontrar a un hombre maduro, productivo, estable, inteligente, paternal, que cambie pañales, que las acompañe al pediatra, que sepa prepara papillas y biberones, que sea una excelente pareja, tierno, que externe sus emociones, que no pida relaciones íntimas cuando ella está enojada, que sea empático, etc.

Ellos, entre tanto, buscan a una mujer productiva, inteligente, excelente anfitriona, que desee uno o dos hijos cuando él lo decida, que no pida dinero, que sea autosuficiente, autónoma e independiente, que colabora en la economía familiar y que cuide a los niños, que lave, planche, cocine y tenga bien arreglada la casa, además de que se dé tiempo para cuidar su apariencia, que siempre esté súper delgada, que se vea sexy, etc., etc.

Todo indica que con la revolución sexual y el feminismo se rompió el equilibrio tradicional entre el papel que correspondía a los hombres y el que estaba destinado a las mujeres. Los varones se asustan frente a las mujeres que compiten con ellos en su espacio labora y que a menudo están más calificadas que ellos, y esa amenaza a veces se extiende al campo sentimental. Influye también que se dividieron los roles, pero nunca quedaron delineados. Ahora la mujer tiene más actividades que antes, porque debe estudiar, trabajar y atender a su familia; hecho que resulta desconcertante para todos.

Las expectativas femeninas y las masculinas son irreales y poco objetivas. Muchos ni siquiera son capaces de expresar lo que esperan del otro pero es preciso que se entienda que en esta vida nada es mágico ni gratuito.

Los hombres y las mujeres hemos sido siempre los mismos, aunque las circunstancias han cambiado y, en este renglón, no tan positivamente como sería deseable. Nadie está ya hecho; la vida entera no nos alcanza a veces para irnos moldeando según nuestras metas y proyectos.

De la misma manera, es preciso entender, que somos dos seres inacabados, que tendremos que estar conscientes de que vamos a esculpirnos juntos durante toda la vida. Anhelar un príncipe azul o una súper mujer junto a nosotros es una irrealidad fantástica que puede llegar a convertirse en un obstáculo para ser felices al lado de otro ser humano de carne y hueso, con potencialidades y miserias que, como todos, necesita comprensión y verdadero amor para perfeccionarse poco a poco.

Hoy, una enorme cantidad de relaciones se rompen después de un tiempo de tratarse en su noviazgo y ello se debe, precisamente, al hecho de que no estamos dispuestos a trabajar para forjar una relación sana, sincera, basada en el verdadero amor, que no solo es romanticismo, sino prueba constante de fidelidad, comunicación, respeto y de humanidad.

Es un hecho que no merece discusión el que mientras estudian licenciaturas, maestrías y doctorados, hombres y mujeres no se dan tiempo para habilitarse como personas, menos en pareja y poder darse tiempo para hablar de sí mismos.

Pero no hablar de sí mismos de una manera presuntuosa, protagónica, sino compartida, con la intención de conocer virtudes y debilidades, ambiciones y temores, gustos y preferencias así como lo que a uno les disgusta o no les afecta.

Todo eso se queda guardado y , cuando cumplen 30 años o más deciden tener un compañero, suponiendo ilusamente que, como por arte de magia, contarán con habilidades que no desarrollaron, con debilidades que no superaron, etc., y todo porque como pareja nunca se dieron tiempo para hacerlo.

Para relacionarse con otra persona hay que estar dispuestos a negociar, a manejar enojos, a discutir –no pelar- porque aunque existan puntos de vista diferentes, es posible conseguir objetivos que satisfagan a los dos.

No se trata de liderear, no es que se busque tener a su “mujer domada” o a su “varón domado”, sino que lo primordial es encontrar el equilibrio. Pero todo eso, cuesta.

Es posible que el problema radique en que nadie desea comprometerse a entablar la lucha por lograrlo. Demasiado egoísmo, mucha soberbia, poca o nula humildad y menos, aún, la grandeza para aceptar lo que hay que corregir.

Cada día son más las mujeres y hombres, profesionistas, independientes, inteligentes y de éxito, que ven pasar los años sin encontrar pareja. Personas, de todas las clases sociales se encuentra frente al mismo problema.

Son solteros y solteras, se han quedado atrapados en un espacio dentro de la sociedad actual, muy limitado en cuanto a diversiones y actividades que cuando salen, es a los mismos lugares y con la misma gente; y aún se les dificulta mucho encontrar personas en su misma situación, ya no se diga para casarse, sino simplemente para acompañarse y entablar una buena amistad.

Ya no existe la palabra “solterón” o la expresión “ya se quedó para vestir santos”, para nada. Ahora esa imagen ha cambiado 180 grados. Ya no es el hombre o la mujer gris, amargados, sino que ahora son seres impecables, atractivos (metro sexuales, dicen), de muy buen carácter. Que van supliendo la juventud con personalidad, desarrollo humano e intelectual.

Pero la soledad no es exclusiva de aquellas personas que son solteras, hay personas casadas o unidas a otra que aún estando rodeadas de muchas personas llegan a sentirse muy solas y a sufrir de carencias afectivas.

Cuántas veces hemos oído, después de algún descalabro amoroso que se dice: “si era tuyo, volverá y, sino regresa, jamás lo fue”. Bueno, pues el amor es como una mariposa. Mientras más lo persigues, más te evade. Pero si lo dejas volar, regresará a ti cuando menos lo esperes. El amor puede hacerte feliz, pero muchas veces duele. El amor, sólo es especial cuando se lo entregas a alguien que realmente se lo merece.

Tal vez sea importante hacerle ver a quienes estén tratando a otra persona, que el amor no es convertirse en la persona perfecta para alguien sino en encontrar a quien te ayude a superarte como persona y puedan, entre ambos, llegar a ser lo mejor que cada quien quiera y pueda dar.

Es muy importante que cuando solo se quiera pasar unos momentos agradables –cualesquiera que sean- deben tener esa situación perfectamente clara y no “usar” a otra persona solo para sentirse bien por el momento. Nunca hay que tocar el corazón de persona alguna si no se tiene la voluntad de compartir el suyo.

Las personas casadas deben entender que el amor no es una “culpa”, sino una auténtica manifestación de libertad, de sentimiento, de pensamiento, de acción. Y pudiera pensarse que la lápida del amor es la monotonía en el diario convivir, pero…
…nada más lejos de la verdad. Cuando algunas facultades merman, la monotonía solo surge cuando no hay imaginación, cuando se rompe el puente de la comunicación, cuando se condicionan las cosas “voy…pero…”; “doy…pero…”; “hago…pero…” por ello, es extremadamente importante que jamás se le brinde ni el más mínimo espacio en la vida de pareja, a la monotonía. Además, debe ser aburridísimo.

Así, para que no nazca la monotonía o si llegara a aparecer, sépase que ésta se desintegra con imaginación, comunicación y mucho, pero mucho respeto. El amor no es un “gracias por aguantarme” además, es muy distinto el amor hacia los hijos que el de pareja, que es al que nos estamos refiriendo. El amor es respeto mutuo, confianza, fidelidad, la verdadera medida de la compatibilidad no son los años que han pasado juntos, pero sí valorar que tan buenos son el uno para el otro hoy y, para eso, vale la pena que se redescubran, es el preciso momento de sentarse y hablarlo; sentarse una vez más pero ahora con mayor voluntad.

¿Realmente habrá certidumbre, habrá certeza de que no valía la pena? ¿Efectivamente se habrán agotado todos los medios para sacar el daño que se ha ido enraizando en la relación? ¿Ha habido la humildad suficiente para saber escuchar  -no oír- sino escuchar los puntos de vista de la otra persona sin sentirse alguna de las partes superior a la otra o buscando excusas, pretextos o a qué o a quién culpar por los errores que uno comete? ¿se tiene la seguridad absoluta que no vale la pena un esfuerzo adicional para fortalecer aquella ilusión que se creía ya perdida o que se fue perdiendo con el tiempo?.

Decía una persona: “Creí mi hogar apagado, me acerqué y me quemé la mano” (“hogar” de hoguera, fogata). Por ello es importante luchar a pesar que se crea que ya no es necesario.

Espero que reencuentren lo que en alguna ocasión ya tenían; que su amor renazca con honestidad, con fuerza, con madurez. Que ahora los enriquezca, los proteja, los anime, los recompense. Así, con un amor de entrega, nada egoísta reaprenderán a apreciarlo y no lo dejarán para que no tengan que dejarse.

Y quienes estén entrando o por entrar a esta vida en unión, ojalá tomen nota para el curso de su convivio. ¡Les deseo a todos para el ejercicio de su vida, que tengan en abundancia, inteligencia, voluntad, corazón y respeto!, Salud para que logremos nuestros objetivos en la vida; Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones.





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